
El director Tim Burton, reverso tenebroso del Hollywood más arquetípico y creador de un universo propio repleto de figuras atormentadas y parajes sombríos, llega el lunes a los 50 años convertido en referencia del aficionado al género fantástico.
Madonna cumple mañana 50 años. Su obra ecléctica y su imagen camaleónica la han convertido en una leyenda que, tras 25 años en los escenarios, sigue en la cresta de la ola. Sus constantes reinvenciones van desde la "chica material" por excelencia, la misma que explotó su sexualidad y dio voz a una chica virgen "tocada por primera vez", hasta la mujer espiritual, familiar y finalmente entregada a las nuevas tendencias musicales.
Madonna Louise Veronica Ciccone, nacida en Bay City (Michigan, EEUU) en 1958, no tuvo que esperar demasiado para degustar las mieles del éxito: en 1983 y con su primer disco, llamado de forma homónima, que contenía sencillos tan conocidos como Lucky star, Borderline o Holiday. No obstante, no fue hasta el lanzamiento de su segundo trabajo, Like a virgin cuando adquirió el rango de estrella mundial.
Comenzó así la época de las portadas en Playboy, los vídeo-clips subidos de tono (Justify my love y What it feels like for a girl fueron censurados en las cadenas VH1 y MTV), el reclamo de la prensa rosa tras su matrimonio en 1985 con el actor Sean Penn y la polémica que levantaban su actitud lasciva y sus modelitos en los conciertos, con lencería llamativa y rosarios alrededor del cuello.
Su imagen, rompedora, reaccionaria y en constante transformación, también sirvió como espejo para millones de adolescentes deseosas de imitar la apariencia de su ídolo, que en 1989, publicó el que muchos consideran su mejor disco, Like a prayer. Después inició su fructífera relación con Warner Bros, compañía con quien siguió empleando sus armas de mujer en los discos Erotica (1992) y Bedtime Stories (1994), poco antes de sorprender a medio mundo con su papel de María Eva Duarte, segunda esposa del tres veces presidente argentino, Juan Domingo Perón, en en el musical Evita (1996), de Alan Parker.
Época de transformación
Pero ese papel, el nacimiento de su hija Lourdes y su acercamiento a la Cábala --en la tradición judía, sistema de interpretación mística y alegórica del Antiguo Testamento-- marcaron profundamente a Madonna, que decidió, tras cuatro años de silencio musical, dar el paso hacia una reconversión personal y profesional.
El resultado fue Ray of light (1998), donde, aconsejada por el productor William Orbit, abrazó la música electrónica y logró éxitos mundiales como Frozen o Nothing really matters. Este álbum la catapultó a probar nuevos estilos y así probó el trip-hop en Music (2000) y la música de club en American life (2003), antes de volver a sus raíces más discotequeras en Confessions on a dance floor(2005) y de experimentar los sonidos urbanos en Hard candy (2008), su último trabajo con Warner Bros.
Aunque aparcó la interpretación, sí apareció en Swept away (2002), dirigida por su actual esposo Guy Ritchie, el cineasta británico con quien tuvo a su hijo Rocco y adoptó a David Banda, un niño de Malawi (África). Además, la cantante ha emprendido una nueva aventura como directora de cine en Filth and wisdom, estrenada este año.
Impresionante estado físico
Pero, por el momento, lo que nunca ha dejado de lado, ni cuando concluyó su relación con el preparador Carlos León (padre de Lourdes), es su impresionante estado físico, que la mantiene en todo su esplendor y con una silueta envidiable.
El futuro le aguarda un contrato multimillonario con la promotora Live Nation Inc., que podría depararle unos ingresos de 120 millones de dólares en la próxima década, pero antes emprenderá, desde el 23 de agosto, una gira mundial que supondrá el broche final a su relación con Warner Bros.
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LOS ÁNGELES.- Lejos quedan los días de las interpretaciones sublimes y las transformaciones radicales, pero Robert De Niro, que este domingo cumple 65 años, se mantiene en la cima de Hollywood sin tomarse demasiado en serio y con la vista puesta en la dirección.
Considerado por muchos como uno de los mejores actores de la historia, este neoyorquino hijo de pintores, que creció en el bohemio Greenwich Village, pasó de ser el paradigma del 'Actor's Studio' —donde se inculcaba la capacidad introspectiva, la creación interna del personaje— a convertirse en un comediante de primera, su sueño desde siempre.
De Niro con su esposa, Grace Hightower. (Foto: REUTERS)
Sus papeles más celebrados llegaron a través del método. Así, ganó casi 30 kilos para recrear a Jake LaMotta en 'Toro Salvaje', se refugió en Sicilia (Italia) para apoderarse del acento que requería Vito Corleone en 'El Padrino: Parte II' y trabajó tres meses como taxista por Nueva York para 'Taxi Driver'.
En la carrera de De Niro existen tres etapas claramente diferenciadas: el esplendor de la década de 1970 hasta mediados de los 80, la mezcla de proyectos independientes y corales con potentes proyectos durante los 90 y la llegada del nuevo siglo, en la que dio rienda suelta a su vis cómica y mas alocada en cintas muy comerciales.
La primera, a todas luces la más interesante, le convirtió en icono del cine, con títulos imperecederos como 'Malas calles' (1973), 'El Padrino: Parte II' (1974) —Oscar al mejor actor secundario—, 'Taxi Driver' (1976), 'El cazador' (1978), 'Toro Salvaje' (1980) -Oscar al mejor actor- o 'Érase una vez América' (1984).
De la segunda datan obras tan populares como 'Despertares' (1990), 'El Cabo del Miedo' (1991), 'Casino' (1995), 'Heat' (1995), 'Sleepers' (1996) o 'Jackie Brown' (1997), donde su director, Quentin Tarantino, le hizo un pequeño guiño a su conocido gusto por las mujeres de raza negra.
En todo ese tiempo hay dos nombres que son una constante en su filmografía: el del director Martin Scorsese, con quien ha rodado ocho filmes, y el actores Joe Pesci, su gran amigo en la vida real, con quien coincidió en otras cuatro películas.
Sin embargo, a partir de 'Una terapia peligrosa' (1999), donde dio vida a un gánster excesivamente dependiente de su psicólogo (Billy Cristal), De Niro comprobó que el cambio de registro a la comedia podía resultar beneficioso después de una carrera plagada de personajes dramáticos.
Pero sobre todo fue la creación en 2002 del Festival de Cine de Tribeca, en respuesta a los ataques terroristas del 11 de septiembre, lo que le empujó a embarcarse en una serie de proyectos que le aseguraron en ocasiones cheques de hasta 20 millones de dólares.
Así llegaron éxitos como 'Los padres de ella' (2000) y su segunda parte, 'Los padres de él' (2004), pero también serios traspiés como 'The Adventures of Rocky & Bullwinkle' (2000), 'Showtime' (2002) o 'El enviado' (2004), que además minaron seriamente su estatus entre el público y la crítica.
De Niro, en 'What just Happened', una de sus últimas películas.
Lejos de amilanarse, en las próximas semanas estrenará la comedia 'What Just Happened?', y la esperada 'Righteous Kill', junto a Al Pacino, mientras planea intervenir en 'Edge of Darkness', compartiendo escenas con Mel Gibson.
Pero cada vez parece más claro que al De Niro maduro lo que más le llena es la dirección, un camino que inició en 1993 con 'Una historia del Bronx' y que no pudo retomar hasta 2006 con 'El buen pastor', su visión sobre el nacimiento de la CIA para la que ya ha anunciado planes de rodar una segunda y una tercera parte.
Aunque con el paso de los años ha ido dejando atrás su marcado carácter hermético y enigmático, muchos recuerdan todavía muestras de su peculiar forma de ser, como la mostrada en 2000, instantes después de recibir el Premio Donostia del Festival de San Sebastián.
"Ha sido un maestro y una escuela para mí", dijo Javier Bardem, encargado de presentarle. "Con él descubrimos el placer de jugar trabajando y él me ha enseñado que cuando creo otra vida aprendo a vivir la mía".
De Niro recogió el galardón, hizo una pequeña broma al respecto del vídeo exhibido con sus mejores interpretaciones y se despidió: "Muchas gracias. Es un honor esta bienvenida".
http://www.elmundo.es/elmundo/2008/08/16/cultura/1218873638.html